lunes, 1 de septiembre de 2008

Through the looking glass

Después de tanto tiempo se seguía engañando y creyendo que detrás de cada esquina le esperaría un bonito charco en el que introducir sus recién estrenadas botas de agua. Sabía perfectamente que no podía pasar porque había girado la misma esquina 501 veces y apenas había hallado charco un 1% de ellas. No era siquiera época de lluvias. Y es que de ilusiones también se vive sí, pero no este mundo.

Una de sus tristes ilusiones de domingo por la tarde era morir, pero nunca había encontrado arma que llevarse a la boca. Todo empezó cuando su hermana le preguntó de la forma más inocente -que para él no dejaba de ser el experimento sociológico más triste y vulgar- que qué le hacía sentir aquélla chicuela del barrio de la que siempre había andado tan enamoriscao. La política social imperante exigía un tipo respuesta positiva, pero cómo pensar en palabras predeterminadas sacadas de cualquier novela, rosa o roja. Tal vez todo sería más fácil cuando encontrara un punto de inflexión entre Proust y Becket , y es que Maldoror nunca se había dejado querer -peor para él. A pesar de haber sido las artes toda su especialidad se hallaba ahora delante de un maravilloso Kandiwsky sin nada que decir. Cuando la modernidad retroceda en el diccionario para convertirse en antiguüedad más que clasicismo entonces esperaremos con el té y las pastas encima de la mesa para pasar una agradable sobremesa en un día de fiesta.

2 comentarios:

juan bello dijo...

rezarán siempre por sus vidas, acabarán por encontrarse con la misma muerte, un lunes cualquiera, quizá no después de un domingo.

melmoth dijo...

Alice?